¿Comicidad hiriente?

A pesar de mis promesas de disciplina, sigo llegando tarde a los comentarios de la actualidad, aunque eso no hace que olvide los hechos que me impactan. Como periodista, no me podía sustraer, claro, a la tragicómica noticia del secuestro de El Jueves ordenado el 19 de julio por el juez Del Olmo. Puede que la portada —burda y soez, como muchos de los chistes que se publican en el semanario— no sea el colmo del buen gusto, pero si alguien quería evitar que el común de los mortales viera caricaturizados a Felipe y Letizia en plena jodienda, logró justo lo contrario con el secuestro de marras. Yo, por ejemplo, que jamás veo ni la portada ni el interior de esa revista, porque nunca me ha gustado el humor de sal gorda que triunfa en este país, he visto en Internet cientos de reproducciones de la portada.

Eso sí, la pretendida crítica a la medida electoralista de entregar 2.500 euros por hijo a todas las parejas que los tengan, los necesiten o no, ha pasado prácticamente desapercibida en medio del estruendo de vestiduras rasgadas (unas por los ataques a la libertad de expresión; otras por la falta de respeto a las dignidades públicas de los miembros de la Monarquía; unos cuantos, pasmados con la reacción de Anasagasti, que se quedó a gusto llamando inútiles y vividores a los inquilinos de Marivent, en un ataque de insólito republicanismo).

Por otro lado, la crítica es tan fútil como la medida misma. Naturalmente, “menos da una piedra”, que reza el dicho, pero con ese dinero poco alcanza, si de lo que se trata es de hacer que se decidan por la paternidad quienes son reticentes a ella porque temen someterse a ese cambio de vida que empieza con los botes de leche y las bolsas de pañales (25-30 euros por semana) y llega hasta el convite de boda. No sé lo que le costaría a Aznar casar a la niña en El Escorial, pero sólo en biberones, defecaciones y una cunita de camping para ir a pasar el agosto a casa de los abuelos, en 14 meses te has pulido la subvención; y eso si no eres una madre trabajadora (o la ociosa esposa de un alto ejecutivo con intensa vida social, que ya me habría gustado a mí), porque entre guardería y canguros te fundes los 2.500 en menos que cuesta explicarlo.

¡Con lo bien que les habría quedado a los de El Jueves una viñeta en la que la pobre abuelita Sofía tuviera que ocuparse de sus numerosos nietos porque a sus hijas y nuera no les dieran ya los 2.500 para nannies (con el precio al que se han puesto las niñeras con clase ahora que hacen programas de TV)! Elegante y sutil, como la Corona misma.

En realidad, los chicos de El Jueves han sucumbido a la tentación de rebajar a nuestros símbolos vivos a la triste condición de seres humanos, pero ya se sabe (por lo menos lo sabe Del Olmo) que en este país esa tarea —la de vivificar el cartón-piedra— es tarea reservada a Dios. En otros países, menos católico-apostólico-romanos, hasta los fotógrafos se atreven a eso y, si no, que se lo pregunten a Allison Jackson. Fue impactante ver ayer en EPS (¡Pillados!) convertida en fotografía mi arma secreta contra la desesperación que a veces me produce la estulticia de los poderosos: imaginarlos sentados en el inodoro, con los calzoncillos o las bragas por los tobillos, solos y vulnerables. ¡Ni el más sanguinario dictador aguanta su imagen en tan indigna situación! Y Jackson lo ha fotografiado. Bien es cierto que valiéndose de un artificio: dobles y el look desenfocado y borroso de la típica instantánea de paparazzi. Pero funciona. La duda que me embarga ahora es ¿qué haría Del Olmo si el libro de esta fotógrafa, Confidential , que se publica esta semana en España mostrara no a Nicole Kidman sino a alguna princesa patria en el excusado? ¿sería dicha foto constitutiva de delito de “injurias contra la familia real”? ¡Dios, qué apuro!

Saben, yo creo que los símbolos están ahí para eso, para concitar nuestro respeto y nuestra burla. Sobre todo cuando esos símbolos son artificiosos y su razón de ser es éticamente injustificable, aunque pueda ser socialmente útil. Y si uno cobra por ser símbolo, pues a aguantar. Y los jueces a perseguir injusticias de las de verdad, que hay demasiado dolor, demasiada pobreza, demasiado abuso en el mundo para que los magistrados vayan por ahí con un paño en la mano lustrando monarquías como el que saca brillo a un gastado candelabro.