Un país malalt

Sóc a Madrid i estic que “trino”. Porto tot el matí piulant sobre una jornada entorn a biotecnologia, mitjans i opinió pública, i la intervenció d’una consultora de comunicació sobre la “marca Espanya” m’ha posat els pèls de punta.

I no és que no pensi que aquest és un problema real: la mala imatge internacional d’Espanya ens fa mal a tots —centralistes, federalistes, independentistes…— mentre formem part de l’Estat espanyol. El problema és la diagnosi que fa aquesta consultora, el Govern espanyol i mig país (aquell): que un dels principals problemes de la mala imatge és el que ells anomenen “deriva nacionalista”, com si el principal problema no fos la mala gestió d’unes elits que continuen mantenint el poder després d’haver demostrat a bastament la seva incapacitat.

Vaja, que sense nacionalisme de cap mena i amb el sistema bancari que hem tingut i tenim, amb els empresaris “exemplars” que ara seuen a la banqueta dels acusats, i amb la miopia política demostrada per uns governs centralistes que s’han dedicat a ofegar sistemàticament la regió més pròspera de l’Estat per interessos espuris, jo estic convençuda que tindríem la mateixa o pitjor imatge internacional d’Espanya. Però el que potser tindríem també és una imatge més clara de les responsabilitats, que ara alguns intenten encolomar al joc de banderes, com si fossin els abanderats els que han construït autopistes que no porten enlloc, perquè no les fa servir ningú, i han fet de la capitalitat un negoci ruïnós, perquè ha estat un pou sense fons a major glòria d’uns gestors ineptes.

I, siguem francs. A casa nostra s’han fet algunes coses millor, però també n’hem fet moltes de malament. No ens hem alliberat ni de la corrupció ni de l’esperit caïnita que travessa l’Estat de nord a sud i d’est a oest, i som capaços de tapar amb una mà el que construïm amb l’altra. Tendim a jugar sempre amb l’equip contrari i ens fa una certa malícia que un altre faci el que jo havia pensat fa temps, però que no he tingut el coratge, l’habilitat o l’oportunitat d’emprendre. Ens costa compartir visions de conjunt, no pas perquè tinguem visions molt contrastades, sinó perquè no passem de la nostra petita parcel·la. De vegades pequem de massa operatius —que no ens toquin la botigueta—, però ens sedueixen els visionaris, fins i tot quan les visions són pobres adaptacions de models ianquis o nipons i ens arriben exemptes de qualsevol lògica de practicitat: si el consultor és car, segur que deu ser bo.

Els diem amb idiomes diferents, però compartim molts problemes a una banda i altra de l’Ebre. El que jo no puc compartir és el conservadorisme retrògrad i homogenitzador del PP. I no entenc que des de Catalunya, amb la que està caient, alguns hi vulguin pactar. Puc confraternitzar amb qualsevol ciutadà progressista hagi nascut on hagi nascut, però hi ha ideologies que ni als de fora ni als de casa.

Sorpresas, pero no tanto

Confieso que me ha sorprendido más que un futbolista tenga opiniones políticas y las exprese públicamente que el hecho que la empresa Kelme haya rescindido el contrato al jugador del Barça Oleguer Presas por expresarlas, sobre todo cuando me he enterado que la empresa es de Alicante y que superó una grave crisis gracias a la aportación de nueve millones de euros del gobierno autonómico (PP) de la Comunidad Valenciana.

No he leído el polémico artículo de Oleguer, pero de las frases entresacadas por varios medios de comunicación (incluido el artículo de Libertad Digital que habla de “apoyo al sanguinario De Juana”), me ha dado la sensación que el jugador plantea más preguntas que respuestas. Puede que mi juicio sea benvolente al entender de algunos, pero no veo por qué debe sorprendernos tanto que alguien se pregunte en voz alta sobre los criterios de unos jueces que permiten la salida de la cárcel por razones de salud de condenados con penas firmes y que no apliquen ese criterio en un caso de prisión preventiva. Sí, ya sé, De Juana ha provocado su propio deterioro físico al declararse en huelga de hambre y eso es, para algunos, un “chantaje” al Estado que no puede tolerarse. Pero tampoco es tolerable que un juez descalifique e insulte a otro por sus ideas políticas y eso mismo es lo que acaba de pasar en el Tribunal Constitucional. Pero pasa que en este país la (in)tolerancia se ha convertido en una arma arrojadiza.

Lo cierto es que la vida política espñola se ha convertido en una especie de vomitivo reality show en el que se grita, se insulta, se hacen juicios morales de corte inquisitorial, y todo el mundo (incluidos los jueces) están más pendientes de la opinión pública que de sus principios. Porque, recordémoslo, De Juana Chaos es un terrorista, pero su encarcelamiento actual se debe a un delito de opinión (unos artículos de prensa) y si muere en la cárcel a causa de esta huelga de hambre tengo la sensación que será como hacer caminar a nuestro tan mentado y dolorido Estado de derecho descalzo por un camino sembrado de cristales rotos.

De mi infancia católica recuerdo aquello de “pecar de pensamiento, palabra y obra”, pero no creo que la progresiva demonización del pensamiento disidente promovida desde la derecha vaya a hacerle ningun bien a este país. Yo no soy independentista, ni siquiera estoy muy segura de ser nacionalista, tal como ese término se suele entender, pero sí defiendo el derecho de todo el mundo a pensar lo que le dé la gana sobre política mientras respete la reglas del juego democrático y con sus actos no vulnere ni la ley ni los derechos básicos de todas las personas.

De las palabras… de las palabras hay que hablar mucho: ¿dónde empieza y dónde termina la apología del terrorismo? Volviendo al caso de Oleguer, ¿se es proetarra si se cuestiona el encarcelamiento de De Juana? ¿no es también auténtico terrorismo periodístico (practicado sin pudor por Libertad Digital) poner en la misma línea de pensamiento político las cuestiones que Oleguer se plantea sobre el etarra y su conocida postura a favor de las selecciones deportivas catalanas? No hay nada más peligroso que un mundo en blanco y negro (o conmigo o contra mí) en el que unos cuantos se empeñan en convertir España. Y para hacerlo, además, se recurre a un mercadeo de palabras que empieza a alcanzar cotas inauditas (¿también intolerables?).

Que la mayoría de grupos parlamentarios rechacen la discusión de unas propuestas del PP (que, de todos modos, fueron incluidas en el orden del día de la Cámara y ampliamente publicitadas por la prensa) es calificado por este partido de “estalinista” y de “maniobra inédita en democracia”, lo que resulta, cuando menos, una falta de respeto a los millones de personas que sí sufrieron la represión de Stalin, y probablemente también una falsedad, porque es difícil de creer que en democracias de larga trayectoria como la inglesa o la francesa no haya precedentes de mociones no discutidas por decisión de la mayoría de fuerzas parlamentarias. Pero ahí queda la frase, alimentando el victimismo de los votantes de derechas, que escriben y proclaman en blogs y debates públicos que se está degradando la democracia (cosa que probablemente es cierta, porque las mentiras y el maquillaje de las palabras tienen ese pernicioso efecto).

Hoy, además, Aznar ha reconocido que, por fin, sabe que no hay armas de destrucción masiva en Iraq. O como presidente fue un necio, o como ex presidente es un cínico. Y es difícil decir cuál de las dos cosas es peor.