¿Público o privado?

Me he entretenido un buen rato leyendo el debate que ha generado en su blog Enrique Dans con su anuncio de que va a borrar todos los comentarios que no respeten unas mínimas normas de convivencia, es decir todos aquellos que él considere que son insultos o descalificaciones gratuitas. A raiz de esta decisión, algunos han hablado de censura y se han mostrado francamente molestos, lo que han expresado con comentarios poco halagueños sobre el contenido del blog y los méritos de quien lo publica (iba a decir “su dueño”, pero sobre eso hay dudas razonables). Otros han abierto interrogantes para mí mucho más interesantes, como por ejemplo si un blog es un “espacio público” y, en consecuencia, que no debe/puede ser regulado por su creador, o si es un “espacio privado” de uno o varios autores que lo gestionan como quieren, y que pueden borrar aquellos comentarios que no les parezcan oportunos.

Como periodista, estas polémicas me parece que no están alejadas de los debates sobre ética y deontología de la información que la profesión se ha planteado (para bien) a lo largo de su historia. Tomemos un caso reciente: la publicación de una esquela-recordatorio de la muerte del dictador Francisco Franco en varios periódicos españoles, para mí, todo un insulto a las víctimas de un régimen fascista y represor cuya dignidad (la de las víctimas) aún no ha sido restituida en la forma adecuada y propia de un Estado de derecho. ¿Deberían los lectores ofendidos haber colapsado los buzones físicos y electrónicos de esos medios con insultos a la altura de esa esquela-anuncio? ¿Deberían haber publicado los editores de esos periódicos tales misivas, de haberlas recibido, en aras de la libertad de expresión?

Tengo que decir, ante todo, que la reacción que las esquelas provocaron entre columnistas y comentadores profesionales me parecieron flojas y descafeinadas. Pero no creo, sinceramente, que la respuesta adecuada fuera una descalificación insultante de los directores de El Mundo o ABC (o del Diari de Terrassa, que en mi ciudad también sufrimos esa vergonzosa publicación). En cualquier caso, los editores siempre se han reservado el derecho de seleccionar las Cartas al director que reciben y, aunque estoy de acuerdo con Enrique Dans que la web 2.0 y productos como los blogs abren una nueva era comunicativa marcada por la conversación y la bidireccionalidad (frente a la univocidad de los medios tradicionales), no veo, como él, porque deberían aceptarse las “salidas de tono”.

“Estás en una plaza pública y tienes que aguantar lo que te echen”, argumentan algunos, mientras Dans cuelga un “reservado el derecho de admisión” en la puerta de su salón. ¿No son, de hecho, los blogs más parecidos a los salones del XVIII, o a unos ateneos decimonónicos algo más interclasistas, que a las arengas de plaza pública donde grita el orador y responde a gritos la audiencia? O quizás los haya de todo tipo y en eso resida su encanto: blogs para reflexionar en voz alta (lo que quiere ser el mío), a sabiendas de que los lectores serán escasos y amigos; blogs donde el anfitrión nos muestra lo que sabe y quiénes son sus amigos y mentores (por ahí va el de Dans) y donde espera que las contribuciones, si no son lisonjas, sean afines a sus intereses; y blogs como mataderos, para destripar a todo hijo de vecino, desde los posts o desde los comentarios. En eso también tiene razón Dans, Internet es como la vida real: hay de todo (aunque yo añadiría además: ¡ya era hora!).

Cuando a principios de los 90 empecé a leer literatura relacionada con Internet, buena parte de los conceptos vinculados a la red procedían de la ciencia-ficción. Tanto si se conjugaban en positivo (ese mundo virtual fantástico en el que todos seríamos guapos y listos y donde el libre flujo de la información socavaría el poder de las grandes corporaciones) como en negativo (miedo al control, a la penetración total de la maquinaria del poder y del dinero en nuestras vidas y nuestros cerebros) esas imágenes eran igualmente pueriles y apocalípticas, pero sobre todo falsas, porque prescindían del factor humano. Basta preguntarse cuáles son las palancas que han permitido la popularización de Internet para entender que es el ser humano (sus filias y sus fobias) quien guía el desarrollo tecnológico. Buscadores, descargas de música, webs de contactos, blogs (conversaciones)… Nos sentimos perdidos con facilidad, somos bastante perezosos y no nos gusta estar solos… ¿Realmente somos tan diferentes gracias a Internet? Bueno, quizás pronto no sepamos como es una agencia de viajes o una librería por dentro porque sólo visitaremos regularmente su site; pero mientras sigamos viajando y leyendo, lo que cambia son los modelos de negocio, no las personas.

Volviendo al tema incial, Dans reivindica la aplicación en los blogs de unos mínimos principios de urbanidad (esto es, de las normas de convivencia de las que nos dotamos cuando nos volvimos urbanos y empezamos a apretujarnos en ciudades estrechas y masificadas). Nada que objetar. Creo que él es el primero en saber que se empobrecerá si confunde el insulto con la discrepancia y borra demasiado.

One thought on “¿Público o privado?

  1. Me gusta tu post, alejado de las descargas de testosterona 😉Sobre el primer y cuarto párrafo (¿privado o público?), opino que un blog es un espacio privado a disposición pública. Como un comercio, siendo el típico <>café de la esquina<> el negocio que más características comparte con el blog.El derecho de admisión existe pero ha de ser basado en criterios objetivos (además de legales); no estás en TU casa (en cuyo caso le abres o cierras la puerta a quien quieres sin más explicaciones). Eso hace que el comportamiento que en él se ha de esperar es el de una persona respetuosa, lo cual, hay que repetirlo infinidad de veces, no tiene nada que ver con la docilidad. Digamos que puedes decir que a la tortilla le sobra sal y le falta huevos pero que no puedes escupir en el plato gritando “vaya mierda”. Lo llamas, con acierto, <>urbanidad<> (ojo que algunos encontrarán allí un pretexto para <>urbanizar<> más ;-)).Sobre el segundo y tercer párrafo (esquelas franquistas), el problema está, desde mi punto de vista medio externo (Gabacho…) medio interno (…Reconvertido En Gallego), en que el franquismo aún no ha sido oficialmente condenado por una parte de la derecha española (hasta algunos la justifican sin pudor) y por consiguiente, por una gran parte de la población. Es un hecho demasiado reciente (aún viven muchos seguidores de Franco) para que, como dices, el estado haya hecho la correspondiente condena. No tiene desprecio que en España, como buen estado occidental acostumbrado a la doble moral, estemos inculpando a Pinochet sin haber sido capaces de condenar oficialmente “nuestra” dictadura. Más: negar los crímenes de guerra nazis es, en Francia, un delito, mientras que hacer la apología – más o menos subyacente – del franquismo es, en nuestro país, un simple ejercicio de libertad de expresión.Sobre la respuesta de los lectores, asunto del que en realidad estamos tratando, creo que si bien el insulto nunca es solución, tampoco hay que confundir la contundencia con el insulto; no es lo mismo gilipollez que gilipollas (< HREF="http://putogabacho.blogspot.com/2006/07/de-gilipollas-y-gilipolleces.html" REL="nofollow">autoenlace<>) y creo que la decisión de publicar estas esquelas por parte de los diarios que mencionas es en sí mismo un insulto – indirecto y seguramente inconsciente pero no por ello menos insulto – a las víctimas del franquismo. Estas tienen por consiguiente todo el derecho del mundo en (des)calificar la decisión pero no a su autor el cual además ya se auto descalifica con la dicha autorización o por lo menos, ausencia de posterior rectificación. Por supuesto, estoy obviando el aspecto emocional de las reacciones humanas pues constituyen una explicación o circunstancia atenuante pero nunca una justificación.Sobre el quinto párrafo (papel de Internet), tienes razón en qué la red no es más que un nuevo escenario en el que se desarrolla la obra de teatro llamada <>comedia humana<> y cuyas particularidades del decorado (anonimato, medio escrito,…) cataliza o inhibe, según el caso, las habituales cualidades y defectos de sus actores: los seres humanos de siempre.Un saludo Adela,

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