Doblarse o romperse

En la novela de Amín Maalouf, León el Africano, la madre del protagonista le relata la muerte de su padre diciéndole que, ante las adversidades, “las mujeres se doblan y los hombres se quiebran”. Puede que sí, que, en general, nosotras tendamos a adaptarnos mejor a las situaciones difíciles, porque el instinto de supervivencia de la prole nos ha dotado de algo más de sentido práctico y porque una historia de secular marginación nos ha preparado para tragarnos el orgullo cuando hace falta. Pero las mujeres también se rompen, ya lo creo que sí. Se rompen en mil pedazos por dentro, aunque luego sepan rehacer su vida como un mosaico hecho de fragmentos informes de pasado, de sueños, de experiencias. A veces.

Me ha impresionado —quizás porque acababa de parir el pensamiento que me ha sugerido la frase de la madre de León el Africano— la noticia del suicidio de una mujer joven, de 42 años, después de haber matado a sus hijas, de 4 y 9 años. ¡Cuánto dolor tiene que sentirse para no poder dar un día más de vida a tus propios hijos! ¡Qué vacía debe estar la propia alma para no poder encontrar un calor reconfortante en el abrazo de esos pequeños brazos y sentirlos, en cambio, como una soga que jala de ti hacia abajo, abajo…!

Confieso que alguna vez he sentido el vértigo del desánimo cuando al sonar el despertador, a las siete de la mañana, he visto ante mí una jornada ya agotadora sólo en su arranque, y esa especie de vacío en el estómago que te produce pensar que esa no es tu vida, que nunca pensaste que tu cotidianidad sería esa soledad preñada de responsabilidades. (Probablemente, todavía no he sabido componer un mosaico con los trozos rotos de mi vida.) Sin embargo, lo que me mantiene atada y condiciona todos mis pasos y decisiones, la fuente de mis miedos y mis angustias, mis hijos, son al mismo tiempo mi ancla de cordura. ¿Cómo podría, ni siquiera en sueños, hacerles daño?

Me gustaría tener el talento necesario para meterme en la piel de esa mujer desesperada y entenderla. Imagino la angustiosa sensación de estar rodando abajo por una empinada pendiente, o quizás la infantil ensoñación de que más allá del profundo sueño de una muerte dulce las tres podrían volver a reunirse con el hombre muerto… la fe haciendo verosímil un sueño…

He pensado mucho en la mujeres fuertes, esas que se levantan una y otra vez —por deber y empeño más que por valentía— cada vez que la vida las golpea, pero siento una ineludible fascinación por las mujeres débiles, aquellas que se rompen con el dolor como frágiles muñecas de porcelana, almas de cristal que estallan bajo presión e, incapaces de reconstruirse, se arrojan al fuego con todo lo que aman.

¡Cambia el cuento!

Hace un montón de días que quiero hablaros de este vídeo, que me parece de las cosas más divertidas que hemos hecho en Intermón Oxfam en mucho tiempo. La propuesta es sencilla, se trata de hacer Algo más que un regalo, es decir, invertir en forma de colaboración para una buena causa lo que te gastarías en algo mucho más superfluo haciendo cómplice de tu donativo al receptor del regalo. Para mí es una muy bunea opción en estas épocas de consumismo delirante, porque demostrarle a la gente que la queremos no tiene por que ser una excusa para comprar objetos inútiles, a mayor gloria de la sociedad de lo banal.

Desde luego, si tu pareja está en crisis, ni se te ocurra sustituir el colgante de planta o ese reloj que tanto le gusta por una vaca (a no ser que además de hacer un donativo útil quieras provocar la ruptura definitiva), pero un par de gallinas, o una cabra, o tres cerditos, siempre serán mejores que la botella de vino para esa tía que no bebe, la quincuagésima bufanda para el abuelo y una forma de hacer, por fin, un regalo de empresa original y divertido.

¿Comicidad hiriente?

A pesar de mis promesas de disciplina, sigo llegando tarde a los comentarios de la actualidad, aunque eso no hace que olvide los hechos que me impactan. Como periodista, no me podía sustraer, claro, a la tragicómica noticia del secuestro de El Jueves ordenado el 19 de julio por el juez Del Olmo. Puede que la portada —burda y soez, como muchos de los chistes que se publican en el semanario— no sea el colmo del buen gusto, pero si alguien quería evitar que el común de los mortales viera caricaturizados a Felipe y Letizia en plena jodienda, logró justo lo contrario con el secuestro de marras. Yo, por ejemplo, que jamás veo ni la portada ni el interior de esa revista, porque nunca me ha gustado el humor de sal gorda que triunfa en este país, he visto en Internet cientos de reproducciones de la portada.

Eso sí, la pretendida crítica a la medida electoralista de entregar 2.500 euros por hijo a todas las parejas que los tengan, los necesiten o no, ha pasado prácticamente desapercibida en medio del estruendo de vestiduras rasgadas (unas por los ataques a la libertad de expresión; otras por la falta de respeto a las dignidades públicas de los miembros de la Monarquía; unos cuantos, pasmados con la reacción de Anasagasti, que se quedó a gusto llamando inútiles y vividores a los inquilinos de Marivent, en un ataque de insólito republicanismo).

Por otro lado, la crítica es tan fútil como la medida misma. Naturalmente, “menos da una piedra”, que reza el dicho, pero con ese dinero poco alcanza, si de lo que se trata es de hacer que se decidan por la paternidad quienes son reticentes a ella porque temen someterse a ese cambio de vida que empieza con los botes de leche y las bolsas de pañales (25-30 euros por semana) y llega hasta el convite de boda. No sé lo que le costaría a Aznar casar a la niña en El Escorial, pero sólo en biberones, defecaciones y una cunita de camping para ir a pasar el agosto a casa de los abuelos, en 14 meses te has pulido la subvención; y eso si no eres una madre trabajadora (o la ociosa esposa de un alto ejecutivo con intensa vida social, que ya me habría gustado a mí), porque entre guardería y canguros te fundes los 2.500 en menos que cuesta explicarlo.

¡Con lo bien que les habría quedado a los de El Jueves una viñeta en la que la pobre abuelita Sofía tuviera que ocuparse de sus numerosos nietos porque a sus hijas y nuera no les dieran ya los 2.500 para nannies (con el precio al que se han puesto las niñeras con clase ahora que hacen programas de TV)! Elegante y sutil, como la Corona misma.

En realidad, los chicos de El Jueves han sucumbido a la tentación de rebajar a nuestros símbolos vivos a la triste condición de seres humanos, pero ya se sabe (por lo menos lo sabe Del Olmo) que en este país esa tarea —la de vivificar el cartón-piedra— es tarea reservada a Dios. En otros países, menos católico-apostólico-romanos, hasta los fotógrafos se atreven a eso y, si no, que se lo pregunten a Allison Jackson. Fue impactante ver ayer en EPS (¡Pillados!) convertida en fotografía mi arma secreta contra la desesperación que a veces me produce la estulticia de los poderosos: imaginarlos sentados en el inodoro, con los calzoncillos o las bragas por los tobillos, solos y vulnerables. ¡Ni el más sanguinario dictador aguanta su imagen en tan indigna situación! Y Jackson lo ha fotografiado. Bien es cierto que valiéndose de un artificio: dobles y el look desenfocado y borroso de la típica instantánea de paparazzi. Pero funciona. La duda que me embarga ahora es ¿qué haría Del Olmo si el libro de esta fotógrafa, Confidential , que se publica esta semana en España mostrara no a Nicole Kidman sino a alguna princesa patria en el excusado? ¿sería dicha foto constitutiva de delito de “injurias contra la familia real”? ¡Dios, qué apuro!

Saben, yo creo que los símbolos están ahí para eso, para concitar nuestro respeto y nuestra burla. Sobre todo cuando esos símbolos son artificiosos y su razón de ser es éticamente injustificable, aunque pueda ser socialmente útil. Y si uno cobra por ser símbolo, pues a aguantar. Y los jueces a perseguir injusticias de las de verdad, que hay demasiado dolor, demasiada pobreza, demasiado abuso en el mundo para que los magistrados vayan por ahí con un paño en la mano lustrando monarquías como el que saca brillo a un gastado candelabro.

Una tarde extraña

¡¡Cuánto tiempo!! Y no es que me hubiera olvidado de que tengo un blog, ni tampoco que falten temas para comentar. Yemen, Frankfurt, Rato, el verano que se acerca (porque llegar, aún no ha llegado, realmente)… pero es que cuando te metes muy a fondo en una tarea, a veces tu agenda te “tapa” el mundo. Por otra parte, los medios tienden a imponer una agenda que, con frecuencia, tiene poco que ver con nuestra realidad cotidiana: como ese debate sobre el estado de la nación en el que el PP sigue usando las supuestas “negociaciones” con ETA como un proyectil contra la línea de flotación electoral del PSOE, mientras en Madrid se cierra el juicio contra los atentados del 11-M con la derecha política y mediática cuestionando la autoría islamista e insinuando conspiraciones y maniobras para la manipulación electoral, y en Yemen mueren catalanes y vascos ¿porque un señor bajito y con bigote nos llevó a Iraq, o porque un señor alto de ojos azules nos mantiene en Afganistán y lo soldados colombianos, madrileños y andaluces le parecen ‘poca cosa’ al Al Qaeda, o porque sí, porque el absurdo no tiene límites y la desesperación genera monstruos que nos deboran por dentro?

¿Cómo racionalizar todo esto? ¿Cómo hacerlo convivir con las actividades veraniegas de tus hijos, los cambios de horario, las verbenas, el grifo que gotea, la lavadora que no centrifuga?

¿Para qué sirve escribir si no es para entender qué nos pasa? ¿Y si no somos capaces de entenderlo? ¿Y si no somos esos individuos de identidad híbrida de los que habla Zygmunt Bauman (triunfadores del mundo globalizado), sino individuos de identidades escindidas incapaces de juntar los trozos para entenderse a sí mismos y, a través de esa comprensión, leer el mundo?

Para ser honesta, me gustaría ser un blogger de estos que nos cuentan desde algún rincón extraño del mundo cómo es la vida real de los olvidados, pero mis rutas de hoy sólo me llevan a desesperarme por tener que utilizar el coche en hora punta para entrar en Barcelona. Me encantaría poder describir el exotismo de una araucaria, o poner voz a la desesperación de un campesino que mira al cielo esperando sentir caer unas gotas de agua que necesita y que es consciente que alguien le está robando, aunque no haya oído nunca hablar de cambio climático. Pero, en realidad, mis crónicas (si las hubiere) hablarían más probablemente del desperdicio de energía que supone ese aire acondicionado en el tren que me provoca anginas al menos un par de veces entre junio y agosto, y un gripazo otoñal mediado septiembre. ¿Son dos caras de la misma moneda? Probablemente, pero mi prosa (tan escindida como mi identidad y no sólo por mi bilingüismo idiomático) no sabe juntar esas dos caras en una sola imagen para compartirla con un lector desconocido.

Me gustaría tener la disciplina de anotar aquí un pensamiento, una idea cada día, y hacerlo con palabras hermosas… Bien, no sé si “hermosas” es el término. Alguien me acusó no hace mucho de haber escrito una cursilería, algo de lo que hasta ahora creía haberme liberado, pero quizás la edad me ha reblandecido (y no sólo la tripa y los muslos como a Bridget Jones).

Voy a reflexionar sobre los términos cursi y kitsch y mañana escribiré algo al respecto.

Objectius del Mil·lenni

Estic molt contenta, perquè acabo de rebre els primers exemplars del llibre que he escrit, conjuntament amb Xavier Masllorens, sobre els Objectius de Desenvolupament del Mil·lenni, un conjunt de compromisos de la comunitat internacional per reduir dràsticament la pobresa abans del 2015 i que, com diem en la nostra obra, seran la referència per mesurar fins a quin punt la societat i els Governs ens prenem seriosament la justícia i la solidaritat.

Escriure aquest llibre —i estudiar, per fer-ho, l’estat de la qüestió en les polítiques a favor de la igualtat entre sexes, en la lluita contra la sida, en les mesures per reduir la mortalitat materna, en la condonació del deute o en la reforma del comerç internacional— ha resultat una tasca molt enriquidora, i m’ha servit per reforçar les meves conviccions i el meu convenciment que la tasca que es fa des de les organitzacions de la societat civil és molt important i útil, i que ho serà encara més en el futur, per exigir a les institucions polítiques, a les empreses i a les persones amb capacitat de decisió que compleixin les seves responsabilitats en relació a la lluita contra la pobresa i el desenvolupament social.

I no es tracta de donar diners i mirar cap a l’altra banda, i seguir fent el de sempre. Els problemes que acara el món (el canvi climàtic, la injustícia en el repartiment dels recursos, la violència contra les dones i la seva marginació de les instàncies de poder i de decisió, l’extensió de la sida…) no se solucionaran només amb més ajuts econòmics —però tampoc sense augmentar les dotacions adreçades a millorar la situació dels més vulnerables. Els canvis es produiran amb una justa combinació de recursos, mesures polítiques i canvis en les actituds i valors socials i individuals.

Formalment, l’aprovació de la Declaració del Mil·lenni, l’any 2000, i la formulació dels vuit objectius que s’hi vinculen, són un pas en aquesta línia, un canvi de paradigma respecte a la pobresa de la comunitat internacional. Per desgràcia, les actituds ultraconservadores i extremistes d’alguns països han anat en la direcció contrària al que es necessita.

Als dos autors d’aquest llibre ens agradaria pensar que estendre el coneixement dels Objectius de Desenvolupament del Mil·lenni, i de la transcendència de la seva contribució a la reducció de la pobresa, contriburà de manera efectiva a atènyer aquestes metes. Si més no, confio que trobeu que és una manera distreta de posar-se al dia sobre l’estat del món. Ja m’ho direu.