La ilusión por la política

Decía ayer Lluís Bassets en El País (El regreso de la pasión política) que las primarias demócratas en los Estados Unidos han tenido el mérito de dinamizar la política norteamericana y hacer más visible (y, por ello, seguramente más saludable) el proceso de regeneración que supone para la democracia un período electoral.

En este sentido, no es sólo la oratoria brillante de Barak Obama y su frescura lo que ha potenciado la recuperación de la ilusión, sino también la lucha denodada que ha ofrecido Hillary Clinton ante un adversario inesperado, que le ha arrebatado la candidatura a la primera mujer que llegaba a unas elecciones en Estados Unidos con posibilidades reales de aspirar a la presidencia del país, o por lo menos a competir por ese puesto contra el candidato republicano.

Esa confrontación directa y a muerte entre los dos aspirantes demócratas ha sido buena mientras el proceso de primarias se mantenía abierto y tanto Obama como Clinton tenían posibilidades reales de lograr el objetivo de la nominación. Sin embargo, el empecinamiento mostrado por Clinton en las últimas horas, y su resistencia a reconocer que su oponente demócrata la había superado de forma definitva en las primarias, resultan un punto decepcionantes. Esperaba un gesto más humano, más generoso, que tuviera más en cuenta que la mayoría de los simpatizantes y militantes demócratas han preferido a Obama. Una esperaba que Hillary no usara sus 18 millones de votos, como algunos señores usan sus atributos masculinos, poniéndolos con un golpe sordo sobre la mesa: ‘Por mis millones…’

Hasta ayer la lucha sin cuartel animaba y enriquecía la campaña, desde ayer parece sólo una extenuante competición por arañar las máximas cuotas de poder posibles. En todo caso es cierto, que seguir todo este proceso ha sido, y es, emocionante. Más, con seguridad, que el estomagante proceso precongresual del PP.

Retorno

Llevaba meses sin escribir aquí y ahora lo hago porque después de pelearme con la técnica denodadamente he conseguido que funcione mi router inalámbrico y, por fin, puedo escribir en mi portátil sentada en mi cama. Parece un poco infantil, pero era un sueño que tenía: poder llevarme el ordenador a cualquier parte de mi casa y escribir allí donde me apetezca. Estoy contenta, además, porque creía que una máquina me había vencido y, al final, he vencido yo. Resulta que tengo el ADSL de Telefónica, pero me compré un router inalámbrico más económico que el que ellos ofrecen, lo que me ha supuesto una total falta de colaboración por parte de su servicio de asistencia a la hora de poner en marcha el dichoso aparatito. Ya me lo dijo una de esas voces amables: “es que si no es de Telefónica, no sé como funciona, porque aquí sólo me vienen las instrucciones para los nuestros”.

Bien está lo que bien acaba, me digo en estos casos. Y ahora ya puedo navegar en pijama, y leer mis correos arrebujadita bajo la manta, si quiero. Ahora quizás encuentre el momento de hacer esos comentarios que quedaron negligentemente colgados en algún ataque de sueño que me apartó de la pantalla, comentarios, decía, sobre mujeres y política, o sobre las promesas electorales de los presidenciables estadounidenses, de entre los que saldrá nuestro próximo Tío Sam (¿o será una ya muy improbable tía Hillary?). Quizás debería también hablar de agua (de la que ahora mismo cae y de la que alguien quiere traer a Barcelona desde el Ebro). Podría hablar no sólo de la falta de cumplimiento de promesas que movilizaron a media Cataluña hace cuatro años, sino también de torpeza política, de esa que si fuera una película se titularía ‘De cómo resolver la sequía destapando la caja de los truenos’, o incluso mejor ‘Baltasar, el hombre que se buscó 30.000 enemigos por llenar la piscina de algún amigo’. Bueno, puedo escribir en la cama, pero a unas horas más decentes ¿no?

Hibernando

Quince días de año nuevo, y yo sin escribir una línea. Algo no va como debería. Y hoy me siento tan profundamente triste que me gustaría ser un oso para poder hibernar hasta pasadas las elecciones. ¿Me entristece la política? No, en absoluto. La verdad es que el enfrentamiento Hillary-Obama me tiene absolutamente absorbida en mis lecturas matutinas y lo sigo con renovado interés.

Seguro que es algo hormonal. Hace años que llegué a la conclusión que, con Bush en el poder, y esa especie de hedonismo desesperanzado, posibilista, instalado el alma de todos quienes deberían presentar alternativas, lo único que empeora (o se recupera), semana a semana, es mi percepción. ¿Cómo lo decía aquel amigo? Un “entusiasmo desencantado”. Será eso, o que tengo un presupuesto demasiado apretado para ir de rebajas.

Y, mientras, el COE poniéndole letra a los himnos (una marcha militar, no lo olvidemos), y Rajoy fichando al adalid del anticatalanismo empresarial (Pizarro, nombre de heroico conquistador) como futurible vicepresidente económico.

Lo dicho, quiero hibernar como un oso.