Quadren de viatge: Nova York (1)

Quan llegiu aquesta entrada segurament ja haurem arribat a NY, però ara som a l’aeroport fent temps per pujar a l’avió. Em fa molta il·lusió aquest viatge, perquè aquesta és una ciutat que ens ha fet somniar a tots: el taxista m’ha recordat que és l’escenari de totes les pel·lícules… bé, no de totes, és clar, però si de tantes! També és l’escenari dels llibres de Paul Auster, que m’encanta. La darrera novel·la, Sunset Park, et descobreix una Nova York diferent, marginal, estranya i fascinadora.

També em fa il·lusió tornar a Estats Units, perquè hi ha algun cosa en el caràcter dels nord-americans (una mena d’ingenuïtat apassionada) que em sedueix enormement i que es respira als carrers de les ciutats que conec, Chicago i Washington. Fa un mes i escaig, en tornar de WDC, vaig anotar:

Com diu l’amiga Pilar responent la meva última entrada, no és que als Estats Units no hi hagi coses dolentes (com les pistoles), coses que m’inspiren aversió i desconfiança. I d’altres coses que no són dolentes en elles mateixes, però sí una mica perilloses, com una certa ingenuïtat de la societat, un punt infantil que fa els americans apassionats però també manipulables.

És molt difícil fer-se una idea cabal de com és un país quan hi estàs només una setmana i la major part del temps, ficada en una fira internacional. El que allà veus té poc a veure amb la realitat del carrer. Als nord-americans els tractes anant a comprar o a menjar i, per regla general, crida l’atenció l’amabilitat del servei (més relatiu quan es tracta dels taxistes i absolutament absent quan es tracta dels serveis de cafeteria i restauració del Centre de Convencions). Però, segurament, per conèixer de veritat aquest país, cal viatjar al seu interior, a una Amèrica menys cosmopolita.

No sé si aquest pensament de fa unes quantes setmanes és veritat del tot. És més autèntica l’Espanya que coneixes si viatges a Badajoz que si t’estàs uns dies a Madrid? Em direu que les diferències entre un poblet d’Arkansas i Nova York són més profundes que entre qualsevol capital de província espanyola o Madrid o Barcelona, però no ho sé. I aquest sí que és un viatge que m’agradaria fer, a l’Amèrica profunda.

De moment, iniciem el viatge cap a la ciutat que mou els fils de l’economia del món i que és un referent cultural. Us ho vaig explicant.

Estoy emocionada

Estoy emocionada y como millones de personas en todo el mundo, tengo la convicción de haber vivido un día histórico, el de la proclamación de Barak H. Obama como presidente de los Estados Unidos, el primer americano de raza negra que accede a ese cargo, una prueba de que el mundo está cambiando; una demostración de que las palabras, y los dicursos, las leyes y el pensamiento que construimos con ellas cambian cosas; una evidencia de que la política cambia y cambia cosas, quizás más lentamente de lo que querríamos, tan lentamente que deja a miles de víctimas en el camino (mientra Obama leía su gran discurso as las puertas del Capitolio, yo en el tren leía un desolador informe sobre la violencia y la impunidad en Chad, sobre el fracaso de la comunidad internacional en proteger a millones de personas vulnerables y desamparadas), pero las cosas cambian, si te empeñas en ese esfuerzo y si tienes razones y convicción.

Hoy esas mujeres de Chad sobre las que leo y escribo tienen a alguien que podría ser su sobrino, un vecino tal vez, sentado en la cúspide del poder del país más poderoso. Eso no va a evitar seguramente que un puñado de ellas sean violadas mañana, pero quizás evite ese destino a sus hijas, no sólo por lo que Obama puede hacer, sino por lo que podemos hacer todos quienes vemos en él la cristalización de un sueño colectivo, y hoy nos sentimos impulsados a seguir luchando por lo que creemos.

He escogido unas cuantas frases del discurso de Obama que me han gustado. Aquí os las dejo:

Hoy estamos reunidos aquí porque hemos escogido la esperanza por encima del miedo, el propósito común por encima del conflicto y la discordia.
[…]
… hay quienes ponen en duda la dimensión de mis ambiciones […] Porque se han olvidado […] de lo que los hombres y mujeres libres pueden lograr cuando la imaginación se une a un propósito común y la necesidad al valor.
[…]
… un país no puede prosperar durante mucho tiempo cuando sólo favorece a los que ya son prósperos…
[…]
Recordemos que generaciones anteriores se enfrentaron al fascismo y el comunismo no sólo con mísiles y carros de combate, sino con alianzas sólidas y convicciones duraderas. Comprendieron que nuestro poder no puede protegernos por sí solo, ni nos da derecho a hacer lo que queramos. Al contrario, sabían que nuestro poder crece mediante su uso prudente; nuestra seguridad nace de la justicia de nuestra causa, la fuerza de nuestro ejemplo y la moderación que deriva de la humildad y la contención.
[…]
A quienes se aferran al poder mediante la corrupción y el engaño y acallando a los que disienten, tened claro que la historia no está de vuestra parte; pero estamos dispuestos a tender la mano si vosotros abrís el puño.
[…]
A los habitantes de los países pobres: nos comprometemos a trabajar a vuestro lado para conseguir que vuestras granjas florezcan y que fluyan aguas potables; para dar de comer a los cuerpos desnutridos y saciar las mentes sedientas. Y a esas naciones que, como la nuestra, disfrutan de una relativa riqueza, les decimos que no podemos seguir mostrando indiferencia ante el sufrimiento que existe más allá de nuestras fronteras, ni podemos consumir los recursos mundiales sin tener en cuenta las consecuencias. Porque el mundo ha cambiado, y nosotros debemos cambiar con él.
[…]
La bondad de dar cobijo a un extraño cuando se rompen los diques, la generosidad de los trabajadores que prefieren reducir sus horas antes que ver cómo pierde su empleo un amigo: eso es lo que nos ayuda a sobrellevar los tiempos más difíciles. Es el valor del bombero que sube corriendo por una escalera llena de humo, pero también la voluntad de un padre de cuidar de su hijo; eso es lo que, al final, decide nuestro destino.
[…]
Ante nuestros peligros comunes, en este invierno de nuestras dificultades, recordemos estas palabras eternas. Con esperanza y virtud, afrontemos una vez más las corrientes heladas y soportemos las tormentas que puedan venir. Que los hijos de nuestros hijos puedan decir que, cuando se nos puso a prueba, nos negamos a permitir que se interrumpiera este viaje, no nos dimos la vuelta ni flaqueamos…

El mundo que viene

Más reflexiones sobre los retos que deberá afrontar Obama. Esta vez de mano de Fareed Zakaria, director de Newsweek. Su análisis Estrategia de gran calado, que publica hoy El Periódico, nos advierte que sin un cambio radical en la manera de actuar de Estados Unidos en la arena internacional, todos perderemos. En un mundo global e interconectado, con potencias ascendentes como China e India, y conflictos latentes por el control de las materias primas y la energía y por temas tan básicos como los alimentos y el agua, Estados Unidos ya no puede actuar unilateralmente apoyándose en su poderío militar. Y lo más importante, ya no lo podrá hacer en el futuro.

“Asistimos a un extraño momento de la historia. Una América con más respuestas, mejor sintonizada con el resto del mundo, podría ayudar a crear un nuevo conjunto de ideas e instituciones, una arquitectura de paz para el siglo XXI que aportaría estabilidad, prosperidad y dignidad a las vidas de miles de millones de personas. Dentro de diez años, el mundo habrá avanzado; las potencias ascendentes no estarán ya dispuestas a aceptar una agenda diseñada en Washington, Londres o Bruselas. Pero en este momento y para este hombre en concreto, hay una oportunidad única para utilizar el poder de EEUU para reformar el mundo. Es su momento. Debería hacerse con él.”

Zakaria también advierte sobre las enormes expectativas depositdas en Obama, pero no para recomendar prudencia, o avanzar un pesimismo que nos alivie futuras decepciones, sino para compendiar lo que es inexcusable en la nueva política americana: diálogo con todos, pero en especial con las potencias emergentes en el Oriente mundial; multilateralismo, mediante la reforma de las instituciones disponibles o la creación de otros foros adecuados; atención adecuada tanto a la seguridad como a los problemas blandos, desde el cambio climático a la salud o el hambre, que están en la raiz de tantos conflictos.

Una buena reflexión.

El 2009 de Obama

Abundan estos días en la prensa artículos que compendian, no sin cierto pesimismo y escepticismo, los retos que deberá afrontar Barak Obama cuando tome posesión de su cargo como flamante presidente de los Estados Unidos el próximo 20 de enero. El escepticismo no se basa en la falta de capacidades del político, sino en el exceso de expectativas que varios analistas coinciden en ver puestas sobre él. Así lo señalaba el pasado domingo Paul Kennedy en El País, cuando afirmaba que “el equipo de Barak Obama, por muy listo, experimentado y maravilloso que sea, no puede satisfacer todas las esperanzas que han depositado en él todos esos estadounidenses alegres pero ansiosos” y hoy mismo Miguel Ángel Bastenier nos advertía desde las páginas de ese periódico que la opinión pública internacional, pero sobre todo la europea, “pone el listón tan desconsideradamente alto que el primer problema del entrante será que ninguna mejora llegará tan rápida ni tan dramáticamente como para que el mundo se sienta compensado por lo que deja atrás”.

Bueno es que se pida prudencia respecto a los cambios que todos esperamos que conjure una actitud nueva de Estados Unidos en la arena internacional y otra forma de administrar internamente un país cuyos problemas nos afectan a todos, como ha puesto dolorosament en evidencia la actual crisis econímica. Otra cosa es el pesimismo que surge del análisis de la agenda política que tiene delante Obama, ese “esto es lo que hay” de Kennedy, en el que da por descontado que temas como las relaciones de EEUU con Latinoamérica, África y Europa quedarán relegadas a un segundo plano por los temas urgentes: China, Rusia, el sur de Asia y los países árabes. Como presupone que en este panorama, y ocupado por asuntos internos como la respuesta a la crisis financiera, poco o nada se ocupará de la ONU y de las necesarias reformas del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

No es nada descabellado pensar que dar una salida razonable a la ocupación de Iraq o afrontar los problemas de la intervención en Afganistán van a ser las máximas prioridades del nuevo presidente desde su toma de posesión. Y seguramente es cierto, como afirma Paul Kennedy, que Estados Unidos no está en disposición de enviar 250.000 soldados a África durante los próximos 10 años para acabar con los conflictos armados del continente. Pero es que el cambio que, al menos algunos, esperamos de Obama es que deje de pensar en la acción internacional de su país sólo en términos de intervención militar o, como también sugiere Kennedy, en una imposición de reglas comerciales a la medida de sus intereses. No se trata de seguir actuando de una forma prepotente y arrogante pero con unos objetivos más humanitarios que los que haya estado persiguiendo George W. Bush y su Administración. Se trata de cambiar las reglas del juego, incluso de cambiar de juego y, sobre todo, de jugadores.

¿Puede la nueva Administración norteamericana plantear unas nuevas relaciones con Rusia sin construir un nuevo marco de relaciones con Europa y la Unión Europea? ¿Puede Obama dejar en un segundo plano de su política internacional las relaciones con una potencia emergente como Brasil que está asumiendo un claro poder de liderazgo en América Latina? ¿Puede el mundo entero, con Estados Unidos a la cabeza, dar respuesta a conflictos como los de Iraq, Afganistán o Palestina sin reforzar un multilateralismo que podría tener en la ONU un instrumento útil si se emprenden las necesarias reformas? Al fin y al cabo, este organismo podría ser un magnífico foro para ese diálogo con todos que el propio Obama ha declarado que quiere que sea piedra de toque de su política internacional.

El mismo día 26 y también en El País John Carlin recogía unas palabras del comentarista político de The Nation William Greider que parecían dirigidas al análisis de Paul Kennedy. Según Greider, diplomáticos y columnistas son claros ejemplos del sentimiento de “manifiesta superioridad” común a la mayoría de norteamericanos y que les hace sentir “que somos la mejor esperanza para el mundo, de que nuestro papel natural consiste en dirigir el destino del planeta”. Si como espera Greider, y con él medio mundo, Obama es capaz de cambiar esto y dotar la acción internacional de su Gobierno de humildad, además de firmeza, las cosas pueden cambiar bastante (aunque el silencio ante la masacre israelí en Gaza no sea, como se ha apuntado ya, un buen indicio inicial).

El largo y detallado perfil que Carlin traza del presidente electo de Estados Unidos alimenta más si cabe las expectativas, al subrayar la gran seguridad que Obama tiene en sí mismo y en sus convicciones, y su gran capacidad para escuchar y para rodearse de personas más preparadas e incluso más inteligentes que él. Vale, quizás no lo consiga cambiar todo en pocos meses, pero seamos serios, con McCain y Palin habríamos tenido muchas más razones para el escepticismo y aún más para el pesimismo.

Sarah Palin y la censura

Acabo de leer una interesante discusión entre internautas sobre unos supuestos intentos de Sarah Palin de retirar libros de la biblioteca pública “por su lenguaje inadecuado” cuando era la alcaldesa de la ciudad de Wasilla (Alaska), cargo que ocupó entre 1998 y 2000. La noticia fue publicada por la revista Time y reproducida en el blog Contemporary Literature. Curiosamente, buena parte del debate se centra sobre la veracidad de la lista de libros que, aparentemente, Palin quiso prohibir, dado que en ella se incluyen los cuatro primeros títulos de la serie protagonizada por Harry Potter y hay un baile de fechas sobre las ediciones americanas que, para muchos, demuestra que la acusación no es verosímil. Sin entrar en la lista de obras, el Time da por hecho que las presiones sobre los bibliotecarios existieron.

Lo cierto es que, más allá de lo lamentable que resulta la mera posibilidad de que una candidata a la vicepresidencia de Estados Unidos pueda estar a favor de prohibir libros en una biblioteca pública, el artículo del Time es sólo aparentemente crítico, ya que acaba reconociendo que las acciones de Palin como responsable política local no eran más que la punta del iceberg de un creciente conservadurismo que se ha ido extendiendo por toda la comarca y por toda Alaska. Incluso detalla que, en temas como el aborto o las bodas homosexuales, a los que Palin se opone duramente y sin resquicios, su competidor en la carrera electoral para ser gobernadora de su Estado mantenía posturas tan conservadoras como ella, y que lo que la diferenciaba claramente era el compromiso de Palin contra la corrupción y el nepotismo galopante de la Administración de Alaska. O sea, más o menos lo mismo que ahora, en que el principal mérito que parece aportar a la candidatura republicana es su no pertenencia al stablishment de Washington, combinada con un estilo directo y franco que le permite contrarrestar el efecto de la magnífica oratoria de Obama.

Hay que reconocerle a Palin que tiene habilidad para las metáforas contundentes (lo del pitbull con pintalabios fue genial), pero a mí me pone un poco nerviosa que los medios de todo el mundo le sigan el juego en esto de que es como una madre de familia americana cualquiera metida en política, porque eso está lejos de ser verdad. Es posible que muchas madres americanas, puestas a parecerse a alguien, puedan identificarse más fácilmente con Palin que con la melíflua pijita entrada en años que es Hillary Rodham Clinton (¿se han dado cuenta que, como candidata, nunca recordó al mundo su apellido de soltera, cosa que no paró de hacer como primera dama?). Pero de esto a considerarla el prototipo de la madre americana (“Una americana ‘normal'”, titulaba La Vanguardia al día siguiente de la presentación del ticket republicano) va un trecho.

Aunque también puede ser que a mí no me emocione tanto como a algunos hombres periodistas ver que una madre de cinco hijos (incluida una adolescente embarazada y su novio con cara de espanto) no sólo tiene pañales y pasteles de manzana en la cabeza. La fascinación adivinada en tantos artículos por las cicunstancias familiares de Palin (que desgraciadamente tapan su radicalismo conservador) me recuerdan el comentario de una columnista sobre una entrevista que no leí a la pepera Cospedal, en la que al parecer el redactor consumía la mitad del espacio preguntándole por la inseminación artificial a la que se sometió.

Es verdad que en muchas candidaturas políticas femeninas sigue pesando mucho lo simbólico, en el show business norteamericano y aquí, pero siempre esperamos de los analistas que sepan ir más allá de las apariencias.