La notícia perfecta

Hollywood va inventar “La tempesta perfecta” i una política minera feta a la mida d’una elit socialment irresponsable ha fet possible, paradoxalment, “la notícia perfecta”. El rescat dels 33 miners xilens té tots els ingredients: malvats poderosos; polítics que van mirar cap a l’altra banda primer, quan calia fer normes i controls de seguretat, però que finalment han estat amatents al costat les víctimes; hi ha hagut sort, molta sort (33 homes, dos mesos a 700 metres sota terra i cap mort, ni cap ferit greu); hi ha hagut suspens, frases lapidàries, vídeos en línia, petites rebel.lions, líders de seny a la manera dels homes tranquils d’Steward, festes populars, noves tecnologies, anuncis de naixements, amants i dones que es coneixien i es trobaven a la boca del pou, una càpsula de salvament que semblava una càpsula espacial unint dos universos…

I hi ha hagut temps per preparar-se, i un precís acompliment de terminis. Les d’ahir eren portades anunciades, grandiloquents i aparatoses com un pastís de noces, perquè no eren una notícia (què ens explicava que no sabéssim ja, i fins i tot millor, per la TV, per la ràdio o per Internet). De tan perfecta, la notícia impresa havia esdevingut una escenografia, i a la TV, un “big brother” dignificat.

Avui es publiquen les tardanes declaracions de contricció conjugades en futur: s’investigaran les irregularitats. Potser hagués estat bé que durant aquests dos mesos de tancament s’hagués ja investigat i que enlloc de banals cròniques periodístiques sobre embarassos, bateigs, mares, nòvies i amants, ens haguéssim dedicat a esbrinar on eren els amos de la mina, d’on surt el capital de l’empresa, quins altres negocis tenen, com gestionen la seguretat, qui pagarà el rescat…

En lloc de passar-se el dia buscant la “humanitat” de les històries (com si tots fossin guionistes de “Ventdelplà”) potser estaria bé que se’l passessin buscant la veritat, que és sovint una cosa més pudent i lletja que una notícia perfecta.





¿Desaparecerán los periódicos pasado mañana?

A través del blog de Enrique Dans me he enterado de las cifras que muestran la profunda crisis que está viviendo PRISA y que ha supuesto una reducción del 88% de sus beneficios en sólo un año (de los 25,18 millones de euros del primer trimestre de 2008 a apenas 2,93 millones en el mismo período de 2009). Dans cita unas declaraciones del inversor norteamericano Warren Buffet (que compite con Gates por el puesto de “hombre más rico del mundo”, además de ser el propietario y accionista de varios medios estadounidenses) recogidas por Jeff Jarvis en su blog BuzzMachine: “No compraría un periódico a ningun precio”. Recuerda Jarvis, que Philip Meyer, en su libro The Vanishing Newspaper, predijo que la desaparición del último periódico se produciría en el primer tercio de 2043. No he leído el libro, así que no sé cómo realizó su cálculo este profesor de periodismo de la Universidad de Carolina del Norte, pero muchos expertos parecen coincidir en que lo fiaba muy largo y que el proceso de reducción y desaparición de la prensa escrita será mucho más rápido.

Dans, con ese tono entre socarrón y apologético que le caracteriza, le da sólo 15 días a PRISA (o lo que es casi lo mismo, a El País), para refinanciar su deuda. Cita para ello a El Confidencial, un diario online que es probablemente uno de los mejores ejemplos en España de los nuevos derroteros por los que deberá andar el periodismo, navegando en la red en lugar de anclarse en el papel. Para otros, sin problemas financieros tan graves, el plazo será quizás más largo, pero al parecer inevitable, por la alta dependencia del modelo de negocio de los ingresos publicitarios, que para los medios clásicos (las grandes cabeceras de la prensa escrita y la TV) ya habían estado descendiendo sin pausa en los últimos años a causa de la fragmentación del mercado y el ascenso de internet, y que con la crisis que vivimos simplemente han caído en picaso.

Queda, una vez más, abierta la pregunta de cómo afecta esta crisis de los medios escritos a la democracia y a su papel legitimador de y frente a la opinión pública, cómo afecta al control sobre el poder político y económico que los periódicos han ejercido. Para Dans, la crisis de la prensa es, también, fruto del deseo de los lectores de no recibir noticias “filtradas por una línea editorial determinada”, algo de lo que la web nos libera al ofrecernos simultáneamente múltiples fuentes para una misma información y el acceso a puntos de vista críticos y alternativos. Así pues, en teoría, con internet el ciudadano tiene más información y son los ciudadanos críticos, activos también como productores de dicursos a través de blogs y redes sociales, quienes ejercen directamente el control social sobre políticos y empresas.

También queda pendiente, sin embargo, un análisis más crítico de los contenidos de internet, donde lo malo no son sólo los bulos que a veces se difunden con la velocidad y la impunidad del spam, sino la repetición hastiante de las mismas ideas/noticias, con frecuencia sin contrastar, y la reducción del concepto globalidad al mundo interconectado, que deja fuera a millones de personas y mucha, pero que mucha realidad.

Ya en 2006, analizando la crisis de la prensa The Economist afirmaba que “El declive de los periódicos no será tan dañino para la sociedad como algunos temen”. Con internet, señalaba la revista, ya no tenemos por que creer la versión de la realidad que nos ofrecen un puñado de periódicos nacionales o locales; en pocos minutos y gracias a los buscadores podemos reunir fuentes del mundo entero; las webs participativas, como Menéame o Digg, nos permiten llamar la atención sobre aquellas noticias que nos parecen más relevantes y descubrir las inquietudes que compartimos con otros; ya no hace falta esperar una o dos semanas a que un editor publique, recortada, nuestra carta al director: podemos comentar cualquier noticia sobre la página online del propio medio…

Pero The Economist también admitía entonces (y sigue siendo válido) que el ciudadano periodista-editorialista en el que nos permite convertirnos internet tiene, sobre todo, un foco local y escribe “desde su armario” y no desde primera línea. El reto es, sin duda, cambiar el modelo de trabajo de las redacciones y el modelo de negocio de los medios (algo en lo que seguramente se ha tardado demasiado), pero no olvidando nunca que resulta difícil, si no imposible, hacer buen periodismo desde la precariedad y con un enfoque de espectacularización orientada a la venta.

Policías y top-manta

Acabo de leer una estupenda crónica periodística de Javier Bauluz sobre una absurda persecución policial en Gijón con la excusa de la venta ilegal de cd, el famoso top-manta. El fotoperiodista juega hábilmente con el título de una popular película infantil y en “Monstruos y alienígenas” a la salida del cine nos cuestiona sobre en qué nos ha convertido nuestra actitud ante los inmigrantes.

Absolutamente recomendable el blog en el que se publica la crónica, P+DH [Periodismo+Derechos Humanos], hace que una se sienta orgullosa de su oficio, que es toda una escuela, aunque no se practique en primera línea.

Gente rara

Se mire como se mire, los humanos somos gente rara. La idea me ha venido a la cabeza ojeando el periódico, cuando he ‘sobrevolado’ una crónica taurina (nunca las leo; igual que sucede con la crónicas musicales, la narración de lo que pasó en un ruedo o sobre un escenario por lo general me aburre). A la vista del titular, he recordado el ‘desgarro’ de algunos columnistas de ese mismo medio ante la lidia y, a la vez, el sorprendente descubrimiento que hice recientemente de que el libro de estilo de ese diario rechaza explícitamente la inclusión de crónicas pugilísticas, pues sus directivos abominan del boxeo.

¿Qué queréis que os diga? No creo que me gustara demasiado sentarme en primera fila, con un vestido de noche rojo y un visón —como en las películas de gángsters de los años cincuenta—, a esperar que me salpicara la sangre, pero confieso que uno de los libros que me ha fascinado a lo largo de mi vida es Del boxeo, de Joyce Carol Oates, sobre el que escribí un largo artículo que, al parecer, no habría podido publicar en El País.

Me gusta ese libro —que editó Tusquets en 1990— porque rompe con la imagen de una ceremonia cruel donde unos estúpidos son torturados —o torturan— a golpes hasta la muerte y revela su carácter de lucha “voluntaria” contra la limitaciones físicas del cuerpo. Me gusta porque camina sobre el filo cortante de una ceremonia que puede producir al mismo tiempo atracción y repugnancia, sin justificar nada, sin exorcizar nada, sin embriagarse con el olor de sudor, sin emborracharse de malsano puritanismo. Ella no niega que puede haber habido bobos arrastrados al cuadrilátero por un negocio insano; ni siquiera niega el horror mismo del espectáculo que supone ver a dos hombres pegándose hasta sangrar y herirse, a veces pegándose hasta la muerte.

La escritora simplemente explora por qué miles de personas se sienten atraídas por esa “violación del tabú” que es el boxeo, la violación del tabú de la violencia, del “no matarás”. Para Oates el boxeo se asemeja a la pornografía, convierte a sus espectadores en voyeurs, en mirones de un acto íntimo, que no debería estar sucediendo allí, ante sus ojos. Pero también explora las razones que llevan a un hombre hasta esa ceremonia de exaltacion del cuerpo, de exploración definitiva y absoluta de sus límites.

Los humanos somos gente rara. Nos pegamos hasta la extenuación, nos torturamos a nosotros mismos hasta la extenuación, a veces incluso amamos hasta la extenuación.

El espejo del perro

Hace un par de días me llamó mi amigo Xavier Caño. Xavier es un periodista catalán que se enamoró en Madrid y que allí vive, aunque conserva muchos amigos, como yo misma, en Cataluña. Le conocí hace unos años, cuando vino a ofrecerse como voluntario para colaborar con Intermón Oxfam, porque Xavier es una de aquellas personas íntegras y responsables que cree que debe hacer algo útil —por los demás y por sus valores— con el tiempo del que dispone. Y es generoso: sigue colaborando con Intermón Oxfam, y con Amnistía Internacional, y con Solidarios para el Desarrollo.

Y fue con Solidarios… con quien empezó el proyecto del que quiero hablar: El espejo del perro, la revista literaria de los reclusos y reclusas de la cárcel del Soto del Real, que Xavier coordina y que surgió de un Taller de Narrativa, que es para sus participantes —según me cuenta Xavier— la puerta por la que pueden sacar sus corazones y sus mentes a un espacio libre de rejas, y volver a empezar a ser de nuevo ciudadanos y ciudadanas normales —si es que la literatura puede ser considerada, de algún modo, un espacio normal—. Entendedme, lo normal no se opone aquí a lo anormal, sino a lo excepcional, al estigma que sigue suponiendo para cualquier hombre o mujer, sea cual sea su delito, sea cual sea su grado de culpabilidad o su voluntad de enmienda, el estar o haber estado en prisión.

Como decía la “Tercera página” del nº 5 de El espejo del perro: “Los presos no son santos ni son inocentes (aunque alguna vez sí), pero pueden ser recuperables”, y leer y escribir, como les propone Xavier en sus talleres, es, incluso para los que estamos fuera, un esfuerzo de reconstrucción personal permanente (¿y, si no, a qué tanto blogger?) del que sólo pueden salir cosas buenas, sea cual sea el balance final. No en vano el primer ejercicio que les propone Xavier es escribir “desahogos”, que es como limpiarse las entrañas de la bilis que genera la reclusión, incluso cuando uno pueda llegar admitir que es justa o merecida.

Ahora, justo cuando lo que era revista “clásica”, en papel, está a punto de convertirse en website, el proyecto de El espejo del perro ha sido cuestionado por la dirección de Solidarios… No se sabe si la inquietan las recurrentes reclamaciones, desde la “Tercera” de la revista, de una apuesta más decidida de la administración penitenciaria por la reinserción o, si, simplemente, esa reinserción ha “caído” de las propias prioridades de la organización.

Sea como fuere, sería una lástima que este espejo casi mágico, por el que un puñado de hombres y mujeres aprenden, como Alicia, cómo “pasar al otro lado”, se hiciera añicos. Siento la pasión de Xavier al otro extremo del hilo telefónico (otro día revisaré esta metáfora tan poco apta para móviles) y sé que será difícil torcer su determinación. Releo algunos cuentos y siento que dejar de editarlos sería como volver a encerrar a sus autores: una pena terriblemente injusta.