Acabo de leer en El País que la organización ATTAC (Asociación por una Tasa sobre las Transacciones especulativas para Ayuda a los Ciudadanos) está en crisis. Pero quizás no es correcto llamarla organización, ya que ahí parece que radica el problema: las últimas elecciones, de las que debía emerger la nueva dirección del colectivo, han sido una confrontación entre los que quieren para ATTAC una estructura organizativa más rígida y quienes defienden su carácter de movimiento social abierto, de plataforma desde la que colectivos e individualidades (éste es otro de los puntos en cuestión, al parecer) puedan seguir proponiendo alternativas al actual modelo de globalización.
A uno y otro lado de la polémica —en candidaturas opuestas— están dos de los referentes intelectuales de ATTAC, Susan George, politóloga y autora del reconocido Informe Lugano, y Bernard Cassen, periodista que ha ocupado distintos cargos en Le Monde Diplomatique. Por mor de mi anterior ocupación profesional he tenido ocasión de tratarles a ambos (la versión española del Informe Lugano y la última obra de George, Otro mundo es posible, si…, han sido publicadas por Intermón Oxfam, cuyo gabinete de prensa dirigí durante 11 años, y con Cassen coincidí en Roma, en una jornada de trabajo de intelectuales y ONG internacionales con el comité organizador del Foro Social Mundial) y ante ambos tuve la impresión de encontrarme ante personalidades poderosísimas de distinta naturaleza. Todo lo que en George es rigor y análisis —tan fría hacia los datos como apasionada expresando sus convicciones— en Cassen es elocuencia, no exenta a veces de lugares comunes. Con George, una tiene la impresión de estar ante una intelectual que se esfuerza por hacer que sus ideas “bajen” del púlpito profesoral y lleguen a quien la escucha, mientras que Cassen es un populista que se siente miembro destacado de la élite.
Con seguridad, estas impresiones personales no valen nada para juzgar lo que se está debatiendo en ATTAC, que coincide con la disyuntiva que tienen ante sí todos los movimientos y grupos que se quieren alternativos al sistema: es decir, dotarse de una estructura organizativa más rígida que permita canalizar la fuerza de las bases, mediante mecanismos claros de representatividad, y convertirla en poder (esto es, convertirla en una entidad política reconocida como tal y con capacidad de diálogo e incidencia frente a otras entidades políticas) o, en el otro extremo, apostar por una plataforma abierta para la expresión de ideas y la puesta en marcha de acciones, donde puede tener la misma fuerza un sindicato con 5.000 militantes que un individuo avalado por sus escritos y reflexiones.
Es, en definitiva, la confrontación entre aparato e ideología que subyace en el mundo de la política desde que la Revolución Francesa decapitó a Dios —es decir, al rey de Francia que lo era por la gracia divina— y en lugar de sobrevenir el Apocalipsis, nació la soberanía del pueblo.
Bromas aparte, no es extraño que Jacques Nikonoff, presidente de ATTAC-Francia y procedente del Partido Comunista francés, esté con Cassen en el sector que defiende una organización más estructurada. Como no es extraño que una intelectual y universitaria como George, cuyo prestigio radica en sus libros, sus escritos, sus aportaciones individuales a un movimiento que es colectivo pero no unitario, vea un peligro en ese desplazarse de ATTAC hacia los modelos de los partidos tradicionales.
Algunos hablan también de crisis de crecimiento, pero la extensión de un movimiento, el surgimiento de comités aquí y allí (más de 200 en Francia, 13 en España) sólo es un problema y precisa estructuras que lo canalicen cuando ese crecimiento se quiere usar desde el centro con un objetivo concreto, como parece ser ahora, según la prensa, el apoyo a la candidatura a la presidencia de la República Francesa de José Bové.
No deja de ser curioso que Nikonoff les reproche a los utopistas que quieran “transformar ATTAC en un foro social permanente”, porque eso es, ni más ni menos, lo que yo creía que quería ser esta asociación. Me daba la impresión que eso era lo que la hacía atractiva para sus militantes: la posibilidad del debate permanente, sin el encorsetamiento ni los movimientos amagados que provocan en otro tipo de organizaciones —partidos, sindicatos— las luchas por el poder internas y externas.
Habrá que seguir con detenimiento lo que suceda en ATTAC-Francia a partir de ahora. La primera guerra es la de la información, con Nikonof declarando, en la web del colectivo, su estupor por que las quejas de “irregularidades” se hayan hecho llegar a través de la prensa, cuando según el periódico Libération la misma noche de la Asamblea General de ATTAC-Francia en Rennes un miembro de la candidatura alternativa a la oficial ya denunció ante todos los asistentes la manipulación del voto por correo. El tándem Nikonoff–Cassen y “sus métodos autoritarios” ya fueron responsables, el pasado enero, de la dimisión de Alain Gresh y Dominique Vidal como redactor jefe y redactor jefe adjunto, respectivamente, de Le Monde Diplomatique. Ignacio Ramonet apoyó “a título personal” a los directivos de ATTAC, pero la división ideológica de la redacción del Diplo es importante y corre paralela a la que está amenazando a ATTAC.
Seguiremos alerta.
“Attac aligne ses divisions”, Libération 19-6-2006
“Attac diplomatique à la direction du «Monde diplo»”, Libération 7-1-2006
Declaración de Jacques Nikonoff, Presidente de ATTAC-Francia
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